¿Alguna vez te has sentido atraÃda por alguien que claramente no deberÃas desear? Yo lo sentÃ, y esa atracción cambió mi vida para siempre.
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Desde el mismo momento en que lo vi, supe que Lucas no era un hombre común. Su presencia, sus ojos oscuros y profundos, y aquella forma en que su voz podÃa cautivar hasta el más tÃmido silencio en la sala. Pero lo más notable de todo esto es que Lucas no era un extraño; era mi profesor de literatura.
Llegué a la conferencia unos minutos antes de que comenzara. El auditorio estaba lleno, y sólo me quedaba la opción de sentarme en la primera fila. Estaba ansiosa por aprender y escuchar su voz, la voz que podÃa hacer que las palabras más simples sonaran como poesÃa.
Durante la conferencia, traté de concentrarme en lo que decÃa, pero no podÃa evitar observar la forma en que se movÃa, sus gestos llenos de pasión mientras hablaba sobre los clásicos. Cada palabra que salÃa de su boca parecÃa cargada de un significado más profundo, y más me atraÃa hacia él.
Al final de la conferencia, ya con el lugar vaciándose, decidà acercarme para agradecerle por la clase. «Profesora MarÃnez, me hubiera gustado conocerla…», comenzó a decir con aquel tono que habÃa cautivado mis pensamientos toda la tarde.
«Ah, por favor, llámame Nuria,» respondÃ, con un atisbo de nerviosismo en mi voz. «Y de verdad, fue un placer escuchar su lección. Es bastante inspirador.»
Noté una chispa en sus ojos. «Nuria,» repitió suavemente, como si estuviera casi saboreando mi nombre. «Me alegra saber que alguien aprecia la magia de las palabras tanto como yo.»
Desde entonces, nuestras conversaciones se volvieron más frecuentes. Empezamos a vernos fuera del horario de clases, a veces para estudiar, a veces simplemente para charlar sobre la vida y la literatura. Lucas tenÃa una presencia que yo no podÃa ignorar, y lo admito, me encontré mirándolo con otros ojos.
No pasó mucho tiempo antes de que aquellos encuentros se convirtieran en algo más. Una tarde lluviosa estábamos en su despacho, revisando algunos escritos antiguos. Todo estaba cubierto de una fina niebla de romanticismo inundado por el olor a páginas viejas y café recién hecho.
«Nuria,» me dijo mientras me acercaba otra taza de café, «¿alguna vez has sentido la necesidad de romper las normas, de dejarte llevar por tus verdaderos deseos?»
Su pregunta me tomó por sorpresa, pero mi propia verdad no podÃa ser negada. «SÃ,» respondÃ. La tensión en el aire era palpable, y aunque sabÃa que lo que estaba a punto de suceder no era correcto, no podÃa detener mis propios instintos.
Lucas se inclinó hacia mÃ, y sentà cómo su aliento cálido rozaba mi piel. Mi corazón latÃa rápidamente cuando sus labios finalmente encontraron los mÃos, en un beso largo y lleno de esa pasión que siempre habÃa sentido en sus palabras. No hubo palabras, ni disculpas, solo el dulce abandono del momento.
Aquello que comenzó con palabras susurradas se convirtió en una danza de emociones y deseos. Cada beso, cada caricia era una declaración de anhelo que no podÃa ignorar. Y allÃ, entre libros y la tenue luz del atardecer, nos dejamos llevar por la pasión, olvidando el mundo exterior.
No sabÃamos cuánto tiempo continuarÃa, pero cada encuentro era un nuevo capÃtulo en nuestra escondida historia. A veces me preguntaba si alguna vez nuestros caminos se separarÃan, o si podÃamos mantener este secreto para siempre.
Cada tarde compartida con Lucas era un recordatorio de que a veces, el deseo y la atracción pueden vencer hasta al control más firme. Y cada vez que pienso en ello, una pregunta me sigue rondando la mente: ¿Qué habrÃa pasado si no hubiésemos permitido que nuestras miradas se convirtieran en algo más?
¿Alguna vez has sentido esa pasión prohibida que no puedes ignorar? Cuéntamelo en los comentarios.