Romances en la sombra

¿Alguna vez te has encontrado en una situación donde el deseo te lleva a decisiones que nunca imaginaste tomar? Déjame contarte mi historia. Pero antes de comenzar, no olvides suscribirte y activar las notificaciones para recibir más relatos apasionantes muy pronto.

Mi nombre es Laura y, hasta hace seis meses, llevaba una vida que muchos hubieran considerado ideal. Paul y yo habíamos estado casados por doce años. Doce largos años de cercanía, de conocer los recovecos más profundos del otro, de construir una vida en común. Entretanto, él había estado progresando en su carrera en la empresa de marketing donde trabajaba, lo cual nos había permitido darnos ciertos lujos. Acompañarlo en sus eventos laborales se había vuelto una rutina que culminaba con nosotros de vuelta a casa, agotados pero satisfechos.

Un jueves en particular, todo cambió. Habíamos sido invitados a una gala benéfica de la empresa y, como de costumbre, me había vestido con esmero. Aquel día, Paul tuvo que quedarse para resolver unos inconvenientes de última hora y me pidió que fuese adelantarme a la fiesta sin él. Me resistí un poco, pero al final accedí y fui sola. No pasó mucho tiempo antes de que captara la atención de varias personas en la fiesta: las miradas iban y venían, pero hubo una que particularmente se quedó clavada en mi. Era Santiago, un compañero de trabajo de Paul del que siempre había oído hablar pero jamás había tenido la oportunidad de conocer en persona.

Santiago se acercó a mí con una sonrisa que no dejaba espacio para duda alguna. Era carismático, seguro de sí mismo, y tenía esa habilidad innata de hacerte sentir como la única persona en la sala. Una conversación casual sobre el evento y nuestras respectivas vidas hizo clic, y no puedo negar que sentí una conexión instantánea. Hablamos sin parar y reímos mucho, hasta el punto que los minutos se convirtieron en horas sin que nos diésemos cuenta.

Cuando la fiesta llegaba a su fin, Paul aún no había llegado. Santiago ofreció acompañarme a casa, algo que acepté con cierta reticencia pensando en lo tarde que ya era. Durante el trayecto en el coche, la atmósfera entre nosotros cambió. La conversación se hizo más íntima, más personal y, de alguna manera, increíblemente magnética. El aire estaba cargado de tensión y, cuando llegamos a mi casa, nos quedamos mirándonos durante varios segundos eternos.

«¿Te gustaría pasar un momento más en mi casa?», lancé finalmente, apenas conociendo el peso de mis propias palabras. No puedo decir qué pasaba por mi mente en aquel instante. Tal vez era la soledad acumulada, la conexión inmediata con Santiago, o simplemente el deseo de vivir algo puro y distinto a mi rutina.

Cruzamos la puerta de mi hogar y el ambiente se transformó. Nos sentamos en el sofá continuando nuestra conversación, esta vez más cerca el uno del otro, nuestras miradas hablaban más que nuestras palabras. De repente, un silencio acogedor se posó sobre nosotros y sin decir nada, Santiago acarició mi rostro. Ese gesto fue seguido por un primer beso, suave y explorador.

Cada beso intensificaba mis deseos y mis dudas desaparecían, atrapada en una red de emociones antes olvidadas. Lo que comenzó como una conversación inocente se transformó en una noche apasionada y consumida por el deseo. La incertidumbre se esfumaba y solo quedamos nosotros, vulnerables y absolutamente rendidos a un sentimiento incontrolable.

Esa noche marcó el inicio de una relación clandestina, llevada con cautela y disimulo, donde cada encuentro era un estallido de emociones y deseos prohibidos. Mi vida se convirtió en un mezclar de cotidianeidad y encuentros furtivos, y aunque sentía culpa al final del día, Santiago me aportaba una chispa que creía haber perdido hacía mucho tiempo.

Ahora, mirando hacia atrás, me pregunto si realmente valió la pena. Conocer a Santiago me permitió redescubrir partes de mí que pensé que estaban enterradas. Sin embargo, la relación con Paul, aunque de fachada y funcional, se volvió más compleja y llena de silencios incómodos.

¿Qué hubieras hecho en mi lugar? ¿Te hubieras entregado a esa chispa de nuevo encendida o habrías frenado a tiempo? Deja tu opinión en los comentarios.

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