Mi secreto en la biblioteca

¿Alguna vez te has preguntado cómo un pequeño encuentro casual puede cambiar tu vida por completo? Déjame contarte mi historia.

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Mi nombre es Sandra y esta es una historia que jamás pensé que viviría. Mi vida era como la de cualquier otra persona: un matrimonio estable, una rutina diaria y el tedio ocasional de la cotidianidad. Pero todo cambió una tarde común y corriente cuando fui a la librería a buscar un libro que llevaba tiempo queriendo leer.

Al entrar en la librería, el cálido aroma de los libros me envolvió. Me dirigí directamente a la sección de novela romántica, mi favorita. Mientras pasaba el dedo por los lomos de los libros, mi mirada se cruzó con la de un hombre que estaba justo al otro lado de la estantería. Era alto, con una barba bien cuidada y unos ojos de un azul profundo que parecían taladrar mi alma.

Sonrió con esa sonrisa que solo se ve en las películas y me habló primero.

– Disculpa, pero no pude evitar notar que también te gustan los libros de Jane Austen. ¿Tienes algún favorito?

Su voz era suave, pero profunda. Estuvimos hablando unos minutos sobre nuestras historias favoritas y nuestros autores preferidos. Su nombre era Daniel, y era evidente que teníamos mucho en común. Más de lo que se podría esperar en un encuentro fortuito. Nos reímos y compartimos anécdotas hasta quedar atrapados en una burbuja de complicidad.

Daniel sugirió que fuéramos a tomar un café, y sin pensarlo demasiado, acepté. Lo que debía ser una breve charla en la librería se convirtió en una tarde entera de risas y conversaciones profundas. Me sentí viva de una manera que no había sentido en mucho tiempo. No es que no amara a mi marido, es solo que… con Daniel todo era diferente, nuevo, excitante.

Nos despedimos con la promesa de volver a vernos. Y así lo hicimos. Nuestros encuentros se volvieron más frecuentes y cada vez más íntimos. Hablábamos de libros, de la vida y de nuestros sueños. Pero había algo más en el aire, algo que ninguno de los dos se atrevía a decir en voz alta. Era una chispa, una tensión palpable que se sentía en cada roce accidental de nuestras manos.

Un mes después de nuestro primer encuentro, Daniel me invitó a su apartamento. Me dijo que quería mostrarme su biblioteca personal. Sentí que esto rompía un límite invisible, pero no pude resistirme. Cuando llegué, me recibió con una copa de vino y una sonrisa que me iluminó por completo. Y ahí estaba, una impresionante colección de libros que evidenciaba su pasión por la literatura.

Nos sentamos en un sofá de terciopelo rojo, muy cerca uno del otro. La atmósfera era densa; el deseo era casi tangible. Comenzamos a hablar sobre Tolstói y, de alguna manera, nuestras voces se hicieron más suaves y nuestras miradas, más prolongadas.

De repente, Daniel se inclinó y me besó. Al principio, fue un beso suave, pero muy pronto se convirtió en una tormenta de pasión y deseo. No pude resistirme. Nos dejamos llevar por la química y la atracción que habíamos estado negando durante semanas.

Esa noche fue mágica, inolvidable. Nos entregamos el uno al otro sin pensar en el mañana, sin consideraciones de lo que implicaba. Fue un momento robado al tiempo, un desahogo de todo lo que habíamos guardado dentro.

En los días que siguieron, mi mente no podía alejarse de ese encuentro. Cada vez que estaba con mi marido, sentía una culpa que me desgarraba, pero también una pasión secreta que no podía contener. Decidí que debía hablar con Daniel y aclarar lo que estaba pasando entre nosotros.

Nos encontramos nuevamente en su apartamento. Le expuse mis miedos y mis dudas. Daniel me escuchó en silencio y luego me tomó de la mano.

– Sandra, lo que tenemos es especial. No quiero perderte, pero tampoco quiero complicar tu vida. Tú decides hasta dónde llegamos.

Esas palabras me dejaron atónita. Sabía que debía tomar una decisión difícil. Debía elegir entre la seguridad de mi matrimonio y la emoción intensa que sentía con Daniel.

La historia no termina aquí, pero quiero saber tu opinión: ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Seguirías adelante con una relación prohibida o te aferrarías a la seguridad de lo conocido? Déjame tu respuesta en los comentarios.

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