Entre mi marido y mi amigo de la universidad

¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que tus emociones te llevaron por un camino inesperado? ¿Te has dejado llevar por la tentación de lo prohibido? Permíteme contarte mi historia.

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Todo comenzó en una tranquila tarde de otoño. Mi nombre es Verónica, y en ese momento, llevaba cinco años casada con Marcos, un hombre trabajador y cariñoso, pero últimamente, nuestro matrimonio había caído en la monotonía. Aquella tarde, caminaba por el parque cercano a casa cuando me topé con Martín, un excompañero de la universidad al que no veía desde hace años. Al principio, fue un reencuentro inocente, solo conversaciones sobre nuestros logros profesionales y reminiscencias de los tiempos compartidos en la facultad.

Martín siempre había sido el chico rebelde y carismático. A diferencia de Marcos, serio y responsable, Martín era espontáneo y aventurero. Durante nuestros encuentros casuales, me percaté de que esa chispa que creía apagada en mi vida comenzaba a reavivarse.

A pesar de mi matrimonio, la emoción de volver a ver a Martín me impulsó a sugerir que siguiéramos en contacto. Empezamos con mensajes esporádicos, luego llamadas más frecuentes y, finalmente, el primer café. Recuerdo con claridad esa tarde en la cafetería. Martín llegó puntual y risueño, como siempre. Después de unas cuantas palabras triviales, sus ojos verdes me miraron de una manera que hacía mucho que no sentía. Sentí un nerviosismo que creía olvidado bajo la rutina diaria con Marcos.

El café continuó hasta que las luces de la cafetería comenzaron a apagarse, señalando el cierre. «Deberíamos irnos», dijo Martín, levantándose de su silla. «O podríamos seguir esta conversación en otro lugar…», sugerí, sintiendo una mezcla de excitación y temor en mi voz. Martín esbozó una sonrisa pícara y asintió.

Nos dirigimos a su apartamento, a pocas cuadras. Nunca había estado ahí antes, pero el ambiente era acogedor, con pósters de bandas de música y estantes llenos de decenas de libros. Intentamos seguir conversando como si todo fuera normal, pero la tensión en el aire era palpable. Finalmente, las palabras se hicieron innecesarias. Cuando sus manos encontraron las mías, todo fue inevitable.

Aquella noche fue como revivir una pasión olvidada, algo profundo y primitivo. No fue solo deseo físico; era una conexión emocional, una chispa que ambos necesitábamos. En cada mirada, en cada beso, se sentía el peso del deseo acumulado por tanto tiempo. A la mañana siguiente, me desperté antes que él y observé su rostro dormido por unos instantes. Una mezcla de culpa y satisfacción me embargó. Decidí marcharme sin hacer ruido, dejando una nota con un simple «Gracias por anoche».

Regresé a mi realidad con Marcos, sumida en una especie de nube emocional. Los días siguientes fueron una mezcla de sentimientos encontrados. Evitaba los mensajes de Martín, asustada de que todo pudiera repetirse y complicar aún más mi vida. Pero Martín no se rindió, y cuando finalmente contesté su llamada, decidió que debíamos hablar.

Nos encontramos de nuevo, esta vez en el mismo parque donde todo comenzó. «No puedo dejar de pensar en ti», confesó Martín, mientras yo solo podía mirarlo fijamente. Sabía que lo que estábamos haciendo estaba mal, pero la pasión y el deseo eran más fuertes que cualquier razonamiento lógico. Ese día, tomé una decisión. Era hora de enfrentar mis emociones y definir lo que realmente quería para mí.

Enfrentar a Marcos fue doloroso. No le conté todos los detalles, pero le confesé que necesitábamos hablar seriamente sobre nuestra relación. Afortunadamente, él también admitió que había notado un distanciamiento y accedió a buscar ayuda profesional. Comenzamos terapia de pareja, tratando de reconstruir lo que alguna vez fue una relación basada en el amor mutuo.

Martín, por otro lado, entendió que también necesitaba hacer un cambio en su vida. Decidimos mantener una amistad cautelosa, sin caer en las tentaciones del pasado. Fue un desafío, pero ambos sabíamos que era lo mejor.

Al reflexionar sobre mi historia, me pregunto: ¿Qué harías si te encontraras en una situación similar? ¿Te dejarías llevar por la pasión o lucharías por redescubrir la chispa en tu relación? Déjame saber en los comentarios tu opinión y experiencias.

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