¿Alguna vez has sentido la peligrosa atracción que sientes por alguien que claramente no deberÃas desear? Bien, déjame contarte mi historia.
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Todo comenzó una tarde cálida de septiembre, cuando mi esposo, Daniel, y yo nos mudamos a nuestro nuevo vecindario en las afueras de la ciudad. La vida parecÃa perfecta. TenÃamos una casa hermosa, nuestros trabajos marchaban bien, y nuestro matrimonio era sólido, o al menos eso pensaba yo.
En aquella calle tranquila y arbolada, conocimos a nuestros vecinos, Henry y Amanda. Desde el primer momento, me sentà intrigada por la presencia magnética de Henry. Era un hombre alto, de cabello castaño y ojos verdes, con una sonrisa que podrÃa derretir el hielo. Pero no era solo su atractivo fÃsico lo que me atraÃa; habÃa algo en su forma de ser, en cómo me miraba, que despertaba en mà un deseo que nunca habÃa sentido antes.
Amanda, su esposa, era una mujer encantadora y amigable. Pronto nos convertimos en amigas, y nuestras familias comenzaron a compartir barbacoas, cenas y otras actividades sociales. Sin embargo, cada encuentro con Henry se convertÃa para mà en una prueba de fuego. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentÃa un calor recorrerme, una chispa de electricidad que me hacÃa sentir viva de una manera que no habÃa sentido en años.
Una tarde, Daniel tuvo que viajar por trabajo y Amanda estaba fuera visitando a su familia. Me encontraba sola en casa cuando sonó el timbre. Al abrir la puerta, encontré a Henry, de pie, con una botella de vino tinto en la mano y una sonrisa que prometÃa mucho más que una simple noche de conversación.
—Lucy, pensé que podrÃas necesitar compañÃa —dijo Henry, entrando con una naturalidad pasmosa.
Nos sentamos en el patio trasero, a la luz de las velas, mientras el sol se escondÃa detrás de los árboles. Cada palabra, cada risa, cada mirada se cargaba de una tensión creciente. SentÃa que estábamos jugando con fuego, pero no podÃa detenerme. SabÃa que debÃa mantener la distancia, pero la atracción entre nosotros era como una fuerza imparable.
—Siempre me ha fascinado cómo puedes conectar con alguien a un nivel tan profundo sin necesidad de palabras —comentó Henry mientras jugaba con su copa de vino. Sus ojos no se apartaban de los mÃos.
Mi corazón latÃa con fuerza. SentÃa que me estaba perdiendo en sus ojos.
—Es cierto —respondà en un susurro, incapaz de apartar la vista.
El tiempo pareció detenerse cuando él se inclinó hacia mÃ, acercando sus labios a los mÃos. El primer roce fue como una descarga eléctrica, y antes de darme cuenta, nos encontramos sumidos en un beso apasionado. Mis manos recorrÃan su espalda con una urgencia desesperada, mientras él exploraba cada rincón de mi cuerpo con una precisión y un deseo que me hacÃan temblar.
Nos separamos jadeando, nuestros rostros a centÃmetros de distancia. ParecÃa como si el mundo entero hubiera desaparecido, dejándonos solo a nosotros y a nuestra sed insaciable el uno por el otro.
—No deberÃamos… —susurré, aunque mis palabras carecÃan de convicción.
—Lo sé —respondió Henry, su voz ronca—. Pero no puedo detenerme.
Sin más preámbulos, me levantó en brazos y me llevó adentro, hacia la intimidad de mi casa vacÃa. Cada momento era un torbellino de sensaciones. En el instante en que nuestras pieles se tocaron, sentà que todas las brasas en mi interior se encendÃan, quemando las barreras de la razón.
Hicimos el amor con una intensidad que nunca habÃa experimentado. Cada beso, cada caricia, cada susurro se sentÃa como un descubrimiento nuevo. No habÃa palabras suficientes para describir la pasión y la conexión que compartimos esa noche. Para cuando finalmente nos quedamos dormidos, abrazados, sentà una paz y una plenitud que nunca habÃa conocido antes.
A la mañana siguiente, despertamos envueltos en sábanas y culpabilidad. Henry me miró, con sus ojos verdes llenos de una mezcla de remordimiento y deseo.
—Esto… esto no puede continuar —dijo con una voz rota mientras se vestÃa rápidamente.
—Lo sé —respondÃ, sintiendo un nudo en el estómago.
Él me besó suavemente en los labios, un último beso cargado de tristeza y anhelo, antes de salir por la puerta. Me quedé allÃ, sintiendo el peso de lo que habÃamos hecho y preguntándome si algún dÃa podrÃa vivir con la culpa.
Desde entonces, cada encuentro con Henry es un recordatorio de esa noche y de la conexión inexplicable que compartimos. Sus miradas, sus gestos, siempre llevan un mensaje oculto que solo nosotros entendemos.
¿Valió la pena? ¿RiesgarÃas tu estabilidad por una pasión tan arrolladora?
Tu opinión me importa. Déjame saber en los comentarios cómo te sentirÃas en una situación similar.